Ojos enormes, ojos de sapo.
He visto los ojos enormes de Mr. Frosch asomando de un búnker, de uno de los cientos de búnkers dispuestos en Zúrich para refugio de la población en caso de catástrofe.
Los he visto mirar indecisos, sus ojos. Los he visto escrutar, percatarse, comprobar.
Después he visto su cuerpo. He visto su cuerpo verdoso asomarse, sus patas verrugosas escurrirse, y finalmente saltar en dirección desconocida.
Luego ha sonado el teléfono. Que llama desde un McDonald's, dice. Que se ha metido ahí en busca de normalidad. Y de una hamburguesa también, claro. Pero sobre todo en busca de normalidad, dice.